28/12/21

En busca de la serpiente

Nubes de ladrillos, en círculos una y otra vez, pero no encuentro a la serpiente. 
Vive como desterrada en el Mundo de la No Idea, el único real. Y todos nosotros encerrados, perdidos en esta niebla hecha de microplásticos.
Dicen que en cada célula hay algo vivo, aunque cada vez queda menos. Dicen los que dicen la Verdad. Y yo no hago más que desenredar madejas. Y estoy cansada porque ni conocía su existencia y, por crueles determinaciones, me veo desliando semánticas perturbadas que se mezclaron con mis arterias y mis venas y mis alveolos y retinas...
No, ni la respuesta ni la salida están en pieles ajenas. No caeré en la trampa. 
Seguiré en círculos, o en línea recta, o totalmente perdida (no sería la primera vez), pero nunca renunciaré a esta brújula que desde siempre me acompaña, aunque a veces me confunda más que orientarme.

25/12/21

Un nuevo nombre

Sí supe distinguir el brillo genuino y por el camino derruí arcadias.
No evité la noche. Me senté en su regazo y a ratos recorrí senderos de vientos sin nombre.
Llegué hasta la Esfinge. La miré. Me tragó. 
Y al parirme me dio un nuevo nombre. 
Descubrí que la media luna y las caricias escasas e infinitas que habían logrado crecer entre montones de chatarra eran galaxias y células de musgo hoy... y mañana quizás las pezuñas de un corzo, los estambres de una flor o el aire que exhala alguien al otro lado del mundo. 
Derruí, sí, arcadias; arcadias de porexpán. Pero siempre supe distinguir el brillo genuino que existe en ti y en todo lo vivo.

22/12/21

La violencia oculta tras "la magia de la navidad"

Desde que empieza diciembre (aunque cada año lo adelantan más), se despliega todo un aparato cultural con el aparente objetivo de imbuirnos de un "sentimiento especial" que, por algún motivo, debemos tener en esta época concreta del año. No solo es aceptado por la gran mayoría, sino que hay, además, un rechazo social hacia quienes no dejan colonizar su psique, que, más allá de sus motivos, son identificados automáticamente con el (este sí de verdad) entrañable personaje de Dickens, aunque el autor nunca haya ideado su relato desde la perspectiva del sistema capitalista que nos obliga a "sentir la magia de la navidad".
Y es que, ante todo, esta es la fiesta estrella del capitalismo. Y no solo porque se fomenta el consumismo más salvaje, el derroche y la autodestructividad del organismo (exceso de alcohol y de comida socialmente aceptado), sino en mayor medida por lo que no se ve: el sadismo que se esconde tras tanta impostura
La infancia es la protagonista de esta fiesta. Las calles se llenan de luces que fascinan (sobreestimulan más bien) a l@s más pequeñ@s, en las plazas y en los comercios suenan delicadas voces de niñ@s cantando canciones tiernas y alegres. Todo en estas fechas se prepara para el gran día de l@s niñ@s: el día de la ilusión en que unos seres mágicos les traen regalos. Pero lo que se oculta tras tanto sentimiento "bonito" es, como hemos dicho, sadismo puro.
En teoría, en la navidad se celebra el nacimiento de Cristo y es este hecho cultural el que nos da las claves de la perversión que se esconde tras tanto pseudosentimiento:
1. El nacimiento en la civilización supone un trauma, pero es que este tipo de nacimiento es el establecido por el sistema médico que instrumentaliza (y nos roba) el parto. A quien no tenga conocimiento sobre esto le recomiendo informarse sobre el trabajo de Michel Odent. Y después del nacimiento viene la crianza, que consiste en la represión de las criaturas humanas para lograr su sumisión total al sistema capitalista. Es una castración, es la imposición de la carencia, de la Falta Básica -causada por el matricidio- que durará toda la vida (v. Casilda Rodrigáñez), es el acorazamiento (v. Wilhelm Reich), es, en fin, la máxima expresión del sadismo.
2. En los orígenes de la represión de las criaturas humanas, las religiones han sido un elemento fundamental. Tal es el caso del cristianismo, que demoniza a la madre real, a la madre deseante, a la mujer conectada con su útero que ha tenido un parto placentero, que disfruta amamantando, que duerme con su criatura, que conoce su lenguaje y satisface sus deseos porque sabe que detrás del llanto de un bebé se esconde una gran angustia. La mujer que vive la maternidad como una etapa más de su sexualidad (la madre real) es sustituida por la madre ideal, la virgen, que ha tenido a su hijo mediante una "inmaculada concepción" (v. etimología de "inmaculada"), una mujer cuyas pulsiones libidinales, absolutamente necesarias para el correcto funcionamiento del organismo (y de la sociedad), incluida la psique, han sido reprimidas. 
En conclusión, el mismo sistema que reprime a las criaturas desde el nacimiento (o desde antes, porque el estado emocional de la madre afecta al bebé ya en la fase intrauterina y si esa mujer sufre por una amenaza de desahucio o por cualquiera de los infinitos problemas causados por el sistema capitalista, también va a sufrir su bebé), el mismo sistema que nos castra, que nos roba la energía vital para ponerla al servicio de la acumulación de capital, que provoca neurosis y enfermedades de todo tipo, que causa enfrentamientos sociales, guerras (ahora ya encubiertas; v. blog En Defensa de la Humanidad), hambre, pobreza, esclavitud, genocidios... ese mismo sistema nos hace en diciembre chantaje emocional para que sintamos sucedáneos de ternura y alegría que nada tienen que ver con la ternura y alegría reales (v. "conformidad automática" en capítulo V de "El miedo a la libertad" de Erich Fromm), y además demoniza a todo aquel que de manera consciente o inconsciente percibe esta trampa y no quiere participar en la impostura. Precisamente los poderosos, que sí representan los valores criticados por Dickens en su "Cuento de Navidad", son los que identifican a quienes se dan cuenta de esto con Mr. Scrooge. Nunca dejará de sorprender tanto cinismo. 

16/12/21

La trampa de la ley natural

Desde que comenzó el montaje pandémico, se ha propuesto en algunos medios alternativos la ley natural como una herramienta para la liberación de las garras del sistema. No es mi cometido en esta breve reflexión juzgar su eficacia en situaciones específicas, sino que lo que pretendo es mostrar el error y ocultamiento en el que, a sabiendas o no, se está cayendo.

La clave está en el adjetivo ‘natural’. Una vez más, nos encontramos con la manipulación más frecuente: la lingüística. En este caso, no diría que se trata de selección léxica, recurso que sí que se utiliza en palabras como comunismo, a las que se despoja de su significado real para asociarlas con un contenido simplista y visceral ajeno a la realidad que verdaderamente denotan[1]. Lo que se intenta aquí es hacer pasar por natural algo que no lo es, sino que ha sido creado por el sistema de dominación; se trata, por tanto, de algo artificial.

Además, si vamos un poco más allá, podríamos incluso afirmar que el sintagma ‘ley natural’ es un oxímoron, pues lo natural en los seres humanos es la autorregulación, y antes de quebrarla (deliberadamente) para fabricar esclavos y guerreros al servicio de la realización de los patrimonios, los seres humanos no se organizaban en torno a ninguna ley, sino a sus propios impulsos libidinales.

La simbiosis y la asociación de las formas de vida es la definición misma de la vida. Lo que dijo Kropotkin hace muchos años, hoy la biología celular, la microbiología y la genética lo han confirmado.[2]

La ley se introduce justamente para llevar a cabo la represión de la libido. Y, junto a esta, se crean las religiones y mitos patriarcales, un gran aparato propagandístico para facilitar la tarea a través del control de la psique. Una de estas religiones es la cristiana. La autoridad máxima de la misma es Jehová, quien entregó a Moisés las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos que el pueblo hebreo debía cumplir. Casilda Rodrigáñez ha dedicado parte de su obra a explicar el sentido de leyes como esta, el Código de Hammurabi, etc. y su estrecha relación con la represión de la sexualidad, el matricidio y el sometimiento de las criaturas humanas. La ley, el mismo concepto de ley, tiene la función, entonces, de lograr el desarrollo de la coraza neuromuscular (Wilhelm Reich) en los seres humanos para primero instaurar y después perpetuar el sistema de dominación, el mismo sistema de dominación que hoy ha tomado la forma de dictadura sanitaria, el mismo sistema de dominación protegido por las leyes constitucionales de los distintos estados y el mismo defendido por los derechistas que se han apropiado de la oposición a la farsa pandémica.[3]

Los divulgadores de la ley natural nos cuentan que esta herramienta está basada en la Biblia y en los Diez Mandamientos y que un ateo no puede usarla para defenderse, porque esta ley emana de Dios y, para que sea efectiva, hay que declararse su hijo. El autor de la creación, según esta perspectiva, es el que decide, puesto que lo ha creado, por qué reglas ha de regirse el hombre. Es evidente que algunos de los postulados de la ley natural coinciden con las características de la autorregulación y la organización (ella sí) natural de los seres humanos, pero precisamente aquí radica la trampa: en mezclar y confundir los términos para ocultar nuestra verdadera naturaleza, nuestros orígenes. Igual que el mito de la expulsión del Edén a causa del pecado original oculta la existencia real del Paraíso, no como lugar, sino estado psíquico y social de los seres humanos antes de la dominación, y oculta asimismo la represión (la “mala” es la serpiente, que simboliza la sexualidad femenina reprimida), también el hecho de presentárnosla como natural nos oculta el origen de la ley, que conllevó la destrucción de la libre organización de las criaturas humanas, la ruptura de su vitalidad, el matricidio, la expoliación, la división de la sociedad en clases sociales...

Es como si incendian un bosque y luego dicen que nunca hubo otra cosa más que el desierto, y nos borran de la memoria el bosque y el incendio devastador. Por eso siempre ha habido una mitología de los orígenes, para ocultar los paraísos perdidos y establecer la guerra y el fratricidio y el Poder como consustanciales a la condición humana. Así construyen la Realidad.[4]



[1] Los propagandistas del capitalismo, para proteger el sistema que les ofrece privilegios, se han encargado durante mucho tiempo de acusar al comunismo precisamente de aquello que provoca el sistema capitalista: pobreza, hambre, control... Como es obvio, pues no están hablando del significado real de la palabra, tampoco hacen distinciones entre marxismo, estalinismo, anarcocomunismo, socialismo utópico, socialismo científico... Eso llevaría a las personas a investigar sobre las distintas corrientes, los distintos autores, y entonces saldrían de las emociones de miedo y odio que los propagandistas buscan causar en sus oyentes/lectores.

[2] El asalto al Hades, Casilda Rodrigáñez. Los medios de comunicación, también propagandistas del capitalismo, siguen difundiendo los mismos dogmas de herencia liberal que se impusieron en el siglo XIX, a pesar de que ya han sido superados.

[3] El blog www.endefensadelahumanidad.blogspot.com ha dedicado varios artículos a desmontar a esta falsa disidencia derechista que ha copado los espacios contrainformativos.

[4] El asalto al Hades, Casilda Rodrigáñez.

3/12/21

El desengaño: un gran aliado

El tiempo, las experiencias, el conocimiento o una mezcla de todos estos factores te acaba llevando al desengaño total, pues quizás ya vivías desengañado en algunos aspectos, quizás ya eras consciente de algunos elementos que fallaban en este sistema, o incluso de que todo el sistema no es más que un despropósito, una destrucción deliberada de la vida, de la cordura, del equilibrio. Pero analizaste posibles soluciones y es probable que te embarcaras en algún proyecto o movimiento revolucionario con la idea de sentar las bases para una nueva sociedad que retomase los pilares de las sociedades naturales antiguas, derruidos por aquellos que solo buscan vivir de la dominación, de la extracción sin fin, de la esclavitud en todas sus formas.

Y lo que sucedió es que, una vez más, le viste las orejas al lobo, primero; y después ya el hocico, los ojos... todo el cuerpo. Quizás no es esta la mejor analogía, qué culpa tendrá el pobre lobo de que el ser humano ya no sepa convivir con él. A este respecto, es interesante descubrir cómo fue el tránsito de las sociedades matrísticas (el concepto “matriarcal” no es del todo exacto, como explica Casilda Rodrigáñez) a la sociedad patriarcal que trajeron las invasiones indoeuropeas[1]. Un tránsito no provocado por un proceso o evolución natural. Parece que las comunidades matrísticas fueron primero cazadoras-recolectoras y, más adelante, se hicieron sedentarias y se dedicaron también a cultivar la tierra. En cambio, los indoeuropeos eran pueblos nómadas que pronto comenzaron a domesticar animales, convirtiéndose en pastores. Parece que esta domesticación les sirvió como ensayo para instaurar el sistema de dominación a través de la represión de la sexualidad femenina, de la que es parte el deseo materno, y, en consecuencia, de la represión de las criaturas humanas, cuyo funcionamiento organísmico, basado en el placer, en el libre fluir de los deseos y en el derramarse, fue sometido al acorazamiento, el cual se fue haciendo cada vez más complejo hasta llegar a la terrible situación que vivimos hoy, ya insostenible[2].

Esta ganadería nómada supuso un trascendental cambio evolutivo con respecto a las “técnicas de acecho” del cazador paleolítico, ya que mientras éste último seguía o esperaba las grandes migraciones de herbívoros para su caza, el pastor nómada ya no sigue a la manada, sino que la dirige, se adueña de ella. Aparece de este modo por primera vez en la historia humana el concepto de apropiación (de la naturaleza): "esta vida (animal) es ahora mía."

Así, si hacemos un esfuerzo de empatía e intentamos percibir el mundo desde la perspectiva animista de las cosmovisiones arcaicas, doblegar la “fuerza” o el “espíritu” de un animal para crear manadas de animales domesticados, suponía quebrantar, romper de facto el vínculo ancestral y sagrado entre animales y humanos que había pervivido generación tras generación desde el principio de los tiempos a través de la espiritualidad naturalista paleolítica.

(...)La ganadería es por otra parte un sistema de dominación, de por sí, netamente patriarcal, pues implica una explotación de las hembras con fines reproductivos y para la extracción de su leche. Parece claro que dichas técnicas de dominación eran muy similares a las que indoeuropeos y semitas aplicaron sobre las mujeres de los pueblos que conquistaban, pues ya hemos visto en el capítulo anterior como los estudios genéticos muestran que dichas invasiones estaban compuestas en su inmensa mayoría por hombres foráneos que esclavizaban a las mujeres preindoeuropeas con fines reproductivos.

(“De la matrística al patriarcado”, Guillermo Piquero)

 

El ansia de dominación que ha perdurado desde las invasiones indoeuropeas hasta nuestros días ha llegado a tal extremo que, para evitar que ningún miembro de la sociedad se dé cuenta y pueda desmontar los engaños, es necesario desviar constantemente la atención y los esfuerzos. Para lograrlo, no dudan en recurrir a las estrategias más retorcidas y ruines[3], imitando el lenguaje de aquellos que se han atrevido a hablar o a escribir sobre la naturaleza del sistema y a estudiar cómo eran las sociedades matrísticas. A través de la mentira absoluta no es posible manipular a nadie, pues sería demasiado evidente. Necesitan, por el contrario, fingir que se oponen al sistema y que su objetivo es crear sociedades de seres humanos libres. Pero, por muy enrevesada que sea una mentira, no es posible sostenerla a lo largo del tiempo, así que, a pesar del uso de un lenguaje antisistema y revolucionario e incluso de la ejecución de acciones que también lo son en apariencia (como la reforestación), acaban mostrando sus verdaderas intenciones, cuyo objetivo es, en última instancia, apuntalar el mismo sistema de dominación que fingen combatir y, ya de paso, desviar la atención y la energía de todo ser humano que tenga un mínimo potencial realmente revolucionario. De esta manera, y como explica el blog mencionado en la nota 3, el sistema se retroalimenta continuamente.

Tras el estado de ánimo que provoca el desengaño,
llegan la tranquilidad y la liberación.

Aceptar el desengaño no es fácil. La primera acepción que da el DLE de esta palabra es: ‘Conocimiento de la verdad con que se sale del engaño o error en que se estaba’; y la segunda: ‘Efecto que el desengaño produce en el ánimo’. Y es que resulta doloroso descubrir que estábamos equivocados o que vivíamos engañados, y pienso que no debemos sentirnos culpables por haber creído en un proyecto o en la honestidad de una persona o de un grupo de personas. En mi opinión, la mayoría de nosotros no tenemos la capacidad de ser tan extremadamente retorcidos como aquellos que tratan de salvar el sistema a toda costa y es por ello que confiamos en la honestidad del prójimo y en las buenas intenciones detrás de un proyecto. Lo que sí tenemos es la capacidad de descubrir la verdad que oculta la maraña de palabras manipuladoras y engañosas, pues, como dicen: la mentira tiene las patas cortas y la verdad siempre acaba saliendo a la luz, con lo cual es cuestión de tiempo que nos acabemos dando cuenta de las estrategias de manipulación llevadas a cabo.

Por otro lado, podríamos hablar del desengaño de actividades en las que estábamos involucrados y que nos proporcionaban placer o de metas que teníamos en nuestras vidas. En mi caso, el montaje pandémico me pilló terminando un máster que me apasionaba y tenía la ilusión de comenzar un doctorado. Incluso habían aceptado mi participación en un congreso para presentar la materia tratada en mi inacabado TFM, y al que iban a asistir algunos de mis ídolos del mundo de la filología. Mi desengaño consistió en darme cuenta de lo que realmente es la Universidad, en la que yo creía solo en parte, al contemplar su actitud ante la farsa pandémica. Decidí, por tanto, apartarme del mundo académico sin renunciar a seguir estudiando por mi cuenta todo aquello que me interesa, que no es poco, pero ya sin la guía de tutores y sin ninguno de los beneficios que proporciona sujetarse a lo establecido, que no son más que caramelos para el ego (por ejemplo, el reconocimiento). He ganado, eso sí, en libertad. Y es que aunque el desengaño produce un efecto en el ánimo -como reza la segunda acepción del diccionario-, y además un efecto de pesadumbre, se trata de un proceso necesario por el que debe pasar todo aquel que desee verdaderamente ser libre.

Es posible que, por ser leal a ti mismo, o por incompatibilidad con el conocimiento del que ahora dispones, hayas tenido que renunciar a todo aquello que te convierte en una persona “digna” a ojos del sistema (y del conjunto de la sociedad): trabajo, estudios, distintas actividades, algunas de (o todas) tus relaciones sociales (porque ya no te llenan, porque te rechazan, etc.)... Y, además, poco a poco has ido renunciando también a todo falso proyecto revolucionario, solitario o colectivo, que te proporcionaba la deliciosa sensación de “estar haciendo algo”. Y es probable que hayas acabado viviendo prácticamente como un marginado. A ese estado te puede haber llevado el desengaño. Yo no sé qué nos espera a los desengañados en un futuro, pero sí sé que la verdad es más importante para mí que los caramelos que ofrece el sistema, aunque vengan envueltos en papelitos “revolucionarios”.

 

*Para mí, esta escena de la derrota final de Don Quijote no representa la renuncia a su ideal, tan genuino como el de muchos de nosotros, sino las consecuencias del engaño y las burlas de Sansón Carrasco y de todos aquellos que desprecian y no comprenden los anhelos quijotescos. Se trata del muro con el que nos encontramos cuando decidimos ser desde lo más profundo de nosotros y no desde los convencionalismos temporales. Tras la dura caída, despertamos con Alonso Quijano a la realidad de que nuestros actos no han servido ni pueden servir para recuperar esa Edad Dorada (Dichosa edad y siglos dichosos aquellos...). Y con esto no quiero decir que sea una utopía, pues ha durado más que los escasos milenios en los que ha predominado el sistema de dominación. Me refiero más bien al hecho de que el camino que hemos elegido no es el correcto, debido al ejército de Sansones Carrasco que impiden a toda costa y, como he mencionado, de maneras muy retorcidas, que la máquina de la dominación y la represión se pare. No importan los reinicios que sea necesario ejecutar, no importan las palabras mágicas que deban usar en cada época para convencer a una gran mayoría de que su sistema es el mejor posible (se ha llegado a afirmar muchas veces desde el más perverso cinismo que el capitalismo está acabando con el hambre en el mundo, lo cual es el colmo de la manipulación), ya que despojan a esas palabras de su contenido real (un recurso que se llama selección léxica) y las asocian a ideas reduccionistas para generar determinadas reacciones emocionales. Lo importante para ellos es que la máquina siga funcionando, pase lo que pase. Y para ello tienen que desviar a Don Quijote hacia falsas aventuras diseñadas por ellos y así lo tienen entretenido y deja de suponer un peligro, no siendo que la buena gente con la que se topa durante sus andanzas se acuerde de que, lejos de ser una utopía, la Edad Dorada fue disfrutada durante mucho tiempo por sus antepasados.



[2] El libro Carácter y neurosis de Claudio Naranjo ofrece una interesante síntesis sobre las consecuencias actuales del acorazamiento. Personalmente, soy optimista en cuanto a la posibilidad de recuperar, en mayor o menor medida, el funcionamiento organísmico original. Para ello, es importante reconocer nuestra propia neurosis a través del conocimiento de los eneatipos y, posteriormente, desidentificarnos de la estructura de carácter desarrollada a causa de la carencia de madre (para entender mejor el matricidio remito una vez más a los libros de Casilda Rodrigáñez).

[3] En el blog www.endefensadelahumanidad.blogspot.com se han descrito algunas de estas estrategias.