25/4/21

La batalla constante

Quizás solo empieza a vislumbrarse una creciente y casi callada victoria contra el plomo del reloj cuando se acepta que solo se ganará la guerra tras detenerse este por completo y, entonces, ya no servirá de nada.

Toca, pues, asumir que la batalla será constante. La batalla contra la gravedad que agarrota los músculos y las ganas incluso de hacer lo que llena al alma.

Es necesario asimismo amarse y permitirse sin abandonarse a la autodestrucción. Y lo difícil está precisamente en hallar ese equilibrio.

Somos nuestro mayor enemigo, nuestro peor verdugo, esclavos de nosotros mismos. Y el único momento en que desaparecerá la pólvora será cuando lleguemos al puerto de la eternidad (del silencio eterno o la eterna vida, quién sabe, no hay que permitir que estas ideas determinen nuestros pasos).

Toca luchar contra nosotros mismos, toca luchar unas veces, cuando estamos cansados, o ser benevolentes. Toca ser empujón amigo o caricia maternal. Toca en ocasiones que escueza para sanar la herida. No todo son besos amorosos. No podemos consentir que se infecte y nuestros esfuerzos sean en vano.

Somos nuestro peor verdugo, pero podemos ser, sin olvidarnos del resto, nuestro mejor amigo.

21/4/21

"Adivina qué va a pasar", una novela que sorprende

Hace un tiempo hice un directo en mi canal de Twitch compartiendo mis impresiones sobre la nueva novela de Óscar Gavilán, "Adivina qué va a pasar". Podéis encontrar la reseña colgada en la web de Óscar. Os dejo por aquí el enlace: https://oskartel.com/2021/03/30/resena-de-adivina-que-va-a-pasar/



La imparable Nada

Me he quitado todos los disfraces y me aferro solo al mármol oscuro con el que he rodeado los hilos, apagando así el canto del ruiseñor. Huyo ahora de aves y fotones. Aspiro las partículas del aire que emana la roca amiga y sueño que peino con los dedos los cabellos de Gaia al mismo tiempo que evado el beso de sus flores.

Erató se ha cansado de llamar a mi puerta al congelársele su mano de rosas y jazmín. Si ya consumí la negra perla que un cuervo-vencejo me dejó para que pudiera sobrevivir sin el bosque misterioso, qué quedan más que palabras ásperas que la divina cítara no puede interpretar.

Me he convertido en el humo que se escapa de entre los dedos de una estatua a la que solo visitan las palomas con fines exclusivamente fisiológicos.

Hasta las ondas del mar del pensamiento me rechazan y Heráclito y Demócrito están mudos, con gesto apático.

La neblina distópica se ha tragado multiversos enteros e incluso el Áuryn ha sido destruido por la imparable Nada. Y, aun así, mi esencia se empeña en seguir luchando.

https://www.museodelprado.es/


20/4/21

La muerte en vida de Iván Ilich

¿Tuvo Tolstói la intención de utilizar una de las palabras del título de su relato con doble sentido? Cuando leemos, en un principio, dicho título sin tener información previa sobre esta obra, tenemos la leve impresión de que el personaje de Iván Ilich debe tener cierta relevancia dentro del espacio diegético. ¿Por qué si no nos iba a contar alguien su muerte? Sin embargo, ya desde la primera escena de la narración, en la que los colegas de Iván Ilich se enteran de la noticia, Tolstói nos muestra que, para los conocidos del protagonista, hay cosas mucho más importantes que él mismo. Esta idea va a continuar a lo largo del relato y se irá haciendo, poco a poco, más evidente, hasta que llega un momento en el que, aunque al lector ya se le ha hecho partícipe de ello, el propio Iván Ilich se hará consciente de su soledad. Esto es así porque la narración comienza in extrema res y, tras la escena del funeral, el autor nos narra los sucesos que han derivado en esa terrible tragedia. Terrible para el propio protagonista, quien comprobará que, salvo dos de los más “débiles” de sus allegados, nadie le tiene la más mínima compasión.

En el capítulo 2, en el que se narran los inicios de la vida laboral y familiar de Iván Ilich, Tolstói repite con gran frecuencia la palabra “decoro” y sus variantes (“decoroso”, “indecoroso”...), pues este principio va a ser el que rija la vida del protagonista. Aunque, más bien, se trata de un eufemismo con el que, sabiamente, el autor hace una crítica social de la clase acomodada de la época, que, ya de paso, se  extiende también a los entresijos de la burocracia, a los amiguismos y colocaciones a dedo, etc. No por casualidad quien más calor humano muestra a Iván Ilich es Gerasim, ayudante del mayordomo, quien limpia el orinal del protagonista cuando empeora de su enfermedad y quien aguanta sus piernas sobre sus hombros para proporcionarle algo de alivio. A mi parecer, se trata de un símbolo sutilmente narrado, pero muy potente, de la relación que tenían para Tolstói los miembros de la clase dominada con los de la burguesía.

Otra palabra fundamental en este relato es “vivir”:

<<¡Pero si no soy culpable! -exclamó enojado-. ¿Por qué?>> Y dejó de llorar, pero volviéndose de cara a la pared siguió haciéndose la misma y única pregunta: ¿Por qué, a qué viene todo este horror?

Pero por mucho que preguntaba no daba con la respuesta. Y cuando surgió en su mente, como a menudo acontecía, la noción de que todo eso le pasaba por no haber vivido como debiera, recordaba la rectitud de su vida y rechazaba esa peregrina idea.

A estas alturas de la narración, Ilich ha sustituido el eufemismo de “decoro” e irá llamando cada vez más a las cosas por su nombre. Su conciencia aumenta a medida que aumentan su dolor y su sentimiento de soledad. Ahora, como vemos, lo llama “rectitud”, pero el lector sabe desde el primer momento lo que esconde esa rectitud, ese “deber hacer, “deber ser” que se oponen frontalmente a la posibilidad de “haber vivido como debiera”.

¿Ha vivido entonces Iván Ilich? ¿Cuándo ha empezado realmente su muerte? Esta duda de si ha vivido como debiera va a mantenerse de manera constante en la mente del protagonista, si bien le costará responder con honestidad a esa duda. Y, solo al final de su prolongado dolor y tristeza, es cuando, brevemente, llega a vivir de verdad a través de otro concepto esencial en esta obra: la compasión. La compasión en el más pleno sentido de la palabra, que no se reduce a una falsa pena por el dolor del prójimo, sino a sufrirlo con él (la palabra “compasión deriva de compassio, que está formada por el prefijo con- y patior ‘padecer, sufrir’), a la más pura y sincera empatía.

Pienso que el mensaje esencial de La muerte de Iván Ilich es claro. Tolstói nos está invitando a vivir plenamente nuestra vida, desde la compasión y el amor al prójimo, huyendo de las costumbres sociales basadas en la apariencia (el “decoro”), para que, cuando nos llegue la hora, algo de lo que ninguno nos vamos a librar, no tengamos que arrepentirnos de “no haber vivido como debiera”.


>>>>>>>LA OBRA ES DE DOMINIO PÚBLICO Y LA PODÉIS DESCARGAR AQUÍ>>>>>>>>> http://es.feedbooks.com/book/5993/la-muerte-de-iv%C3%A1n-ilich 

Está en formato epub, así que necesitaréis un programa específico para leerlo. De todos modos, seguro que en vuestra biblioteca más cercana podéis encontrar el libro en formato papel.

16/4/21

La farsa del "anarcocapitalismo"

Todas las operaciones de manipulación que veo últimamente sirven para reforzar, mediante la falsa batalla ideológica, al Estado y conseguir su apoyo por parte de la gente que siempre había sido revolucionaria.

Una de estas operaciones, que me preocupa bastante, es la de esa aberración llamada "anarcocapitalismo", tan abundante, impulsado por los mass media (incluidas las redes sociales, que se han convertido en una de las más potentes armas de manipulación), y que tiene el objetivo de la identificación de toda crítica al Estado con la ideología neoliberal. 

Por eso es imprescindible desmontarla y desvincularla del verdadero anarquismo y de toda propuesta revolucionaria, así como continuar haciendo críticas a ese monstruo que es el Estado y que es el que permite realmente el enriquecimiento de las grandes fortunas a través de ese otro monstruo que es el libre mercado.

Imagen extraída de http://acracia.org/945/

Pensemos que el llamado estado de bienestar se ha construido mediante el expolio al pueblo y la destrucción de la soberanía popular expresada en la institución del concejo abierto, que tan importante fue durante siglos en la Península Ibérica, por mucho que los intelectualillos de la izquierda burguesa lo hayan ocultado o denostado, así como a los individuos de la sociedad rural, a quienes siempre nos muestran como seres inferiores, tontos a los que hay que "civilizar".

Ya teníamos una sociedad del bienestar ajena al Estado, una sociedad de mujeres y hombres libres organizados horizontalmente, donde, en un principio, antes de la intromisión de los poderes crecientes, el reparto de los bienes obtenidos mediante el trabajo colectivo se repartían según las necesidades, es decir, los niños, ancianos y enfermos tenían sus necesidades cubiertas. Era una sociedad materialmente rica (considerando riqueza la satisfacción sobrada de esas necesidades esenciales) porque no permitía la acumulación de bienes en pocas manos, que es lo que busca el Estado.

Por tanto, la sociedad comunal tiene en el Estado a su antagonista natural. No lo olvidemos nunca. El Estado y el libre mercado se dan la mano. No son entes opuestos. Asegurar lo contrario es el gran engaño de esta operación psicológica del "anarcocapitalismo". Ellos reconocen sin tapujos que necesitan un Estado mínimo y que su objetivo no es la eliminación completa del Estado. Debería quedarnos claro, pues, que todo esto es una falacia para que la clase privilegiada, en la que hay que incluir al funcionariado, siga conservando sus privilegios.