23/12/14

Extrañas imágenes acuden, incomprensibles, o que quizás no quiero comprender. Nos golpea la realidad de lo que somos, de lo que a veces hemos sido. Y no hacemos caso a la caricia compasiva que borra nuestro pasado una y otra vez.

Salpica esta sensación a mi recuerdo. Me lleva a preguntarme si quizás fue siempre nada, si las líneas casi por completo desdibujadas se pintaron sobre una bolsa de plástico con los restos de la envenenada lumbre.

¿De dónde viene entonces ese olor a gaviota y espuma? No quiere visitar la infinitud a mi corazón, sino ecos de un diamante en cuya búsqueda fracasé. Diamante que me desvela de mi innecesario descanso.

Pero el frío acecha. Y mi falso yo solo quiere lanzar el diamante al mar para que lo engullan las olas, y devolverme en su lugar cenizas, para confirmar su pasada inexistencia. Al mismo tiempo el albo abrazo del presente enciende la caverna de mi pecho, y amanece a fuego lento la verdad, a la que aún no puedo contemplar cara a cara.

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