20/11/16

En la cueva inhabitable

Desde que comencé a recorrer esta abrupta senda, pensé que la primera lección que aprendí era definitiva: Todo lo que necesitas está dentro de ti. Nunca imaginé llegar hasta donde estoy ahora, tan avanzada (comparándome conmigo misma) en algunos aspectos que ayer parecían imposibles de superar.

Sin embargo, veo que me equivoqué con esa lección; que, aunque fue útil en su momento y me sirvió para alejarme de personas dañinas y acercarme a mí misma, no es cierta. ¿Cómo puede serlo si los pedazos de mí que no encuentro no están aquí adentro? No sé dónde están. Sé que no se los ha llevado una persona, no creo que nadie tenga ese poder a no ser que uno mismo se lo dé.

Parece como si esos pedazos que he perdido se hubieran quedado en las hojas de los árboles que eran mis compañeros. Siento que no tengo más que volver a ese lugar para, de alguna forma misteriosa, recuperarlos y recomponerme. Pero, por un lado, no puedo volver, pues está vedado para mí; y, por otro, es posible que, aunque lo hiciese, ya haya desaparecido el brillo del suave verdor, que la savia haya sido despiadadamente consumida.


Cuando comencé el camino, el sol y los pájaros iban conmigo. Ahora me he adentrado en una cueva que se estrecha cada vez más y que parece interminable. Mi único acompañante es su gélido aliento, pues ni siquiera los murciélagos la encuentran adecuada como refugio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario