19/2/19

Precaución, amigo votante


El exceso y rapidez de la información nos están robando el tiempo y el espacio necesarios para reflexionar, lo que nos convierte en presas fáciles de los vendedores de humo. Eso explica el auge de partidos políticos que pescan seguidores usando como cebo eslóganes. Lo mismo sucede con ideologías que se extienden como la pólvora, llegando a implementarse en las leyes, en la enseñanza y, finalmente, en la vida cotidiana, aunque carezcan de validez científica.

Internet, bien usado, es un arma muy poderosa que nos ofrece autonomía, ya que pone a nuestra disposición fuentes de conocimiento a las que antes solo podíamos acceder inscribiéndonos en academias, escuelas, talleres, etc. Ahora podemos aprender a tocar un instrumento, a fabricar objetos con materiales de reciclaje, a hacer reparaciones en casa... Hay también vídeos y artículos sobre Historia de la Filosofía, Física, Astronomía, Arte, Literatura, Matemáticas... Algunos de ellos, como en el caso de los youtubers Jaime Altozano, Martí Montferrer, Areh, José Luis Crespo, Aldo Narejos o de proyectos tan interesantes como Khan Academy exponen tales conocimientos con claridad, fiabilidad y la capacidad de entretener (prodesse et delectare). Del mismo modo, nosotros podemos compartir lo que sabemos con el resto del mundo de manera libre y gratuita.
El problema de internet es que contiene muchísima información, tanto útil como innecesaria. Por eso, la mente del receptor necesita unos filtros para identificarla, usarla correctamente y desechar la que no le sirve. ¿Qué inconveniente se añade a esto? Que quien debería aportar esos filtros es el sistema educativo. Sin embargo, la manera en que se tratan las nuevas tecnologías en las aulas consiste en instalar una pizarra digital, facilitar el uso de tablets y otros dispositivos electrónicos, etc., pero sigue sin enseñarse a filtrar la información. ¿Por qué no sucede esto? En mi opinión, porque el sistema educativo está en manos de los mismos que nos quieren mantener absorbidos con sus eslóganes e ideologías acientíficas: el Ministerio de Educación y Ciencia, cuyo nombre es solo una excusa para ejercer el control sobre la población. Todavía no he conocido ningún Gobierno al que le preocupe formar a sus jóvenes en la capacidad reflexiva y la autonomía del pensamiento. Mejor fomentar (eso sí, indirectamente) el consumo de alcohol y la ludopatía.

Como expliqué en mi primer vídeo, el lenguaje nos ayuda, entre otras cosas, a conocer el mundo. Desde niños, les vamos dando nombre a las cosas: de lo concreto a lo abstracto (perro-felicidad), de lo simple a lo complejo (triciclo-motor; cielo-atmósfera), de lo que está más próximo a nosotros a lo más alejado (partes del cuerpo-hidrografía de Japón). Asimismo, existen varios niveles de comprensión lectora. La comprensión literal es el nivel más básico y nos permite ver nada más lo que aparece explícito en el texto; por lo tanto, no podríamos captar algo tan necesario como la ironía, el doble sentido, etc. Los siguientes niveles son el de comprensión inferencial y el de comprensión crítica, que es la que, finalmente, nos da la capacidad de elaborar “argumentos para sustentar opiniones” (http://molayay.blogspot.com/2012/12/los-niveles-de-la-comprension-lectora.html).
Pues bien, en internet hay muchísimas personas dando su opinión con una comprensión lectora que deja mucho que desear. Continuamente encontramos noticias que nos indican que nuestro país tiene graves deficiencias en este aspecto (https://ctxt.es/es/20180103/Firmas/17094/compresion-lectora-espana-UE-educacion.htm) . Y aun así, en lugar de imitar la humildad socrática y reconocer nuestras carencias antes de dar un paso, salimos a la calle con pancartas, apoyamos campañas en las redes sociales, pero solo cuando hay una organización política moviendo los hilos. Sin embargo, para protestar contra el aplastamiento de nuestros derechos básicos, ya no como súbditos de un Gobierno, sino como habitantes de nuestro territorio, para eso, no se nos pasa por la cabeza movilizarnos. O si se nos pasa, ni siquiera nos atrevemos. 
 
Quedan pocas semanas para unas nuevas elecciones. Los partidos están en plena efervescencia de patrañas y demagogia. Antes de repetir como loros sus eslóganes, sus promesas vacías, sus acusaciones entre sí, retirémonos, apaguemos el ordenador, el móvil, busquemos ese rincón de silencio y, cuando hayamos vaciado nuestra mente de afirmaciones absurdas, pongámosla a trabajar para identificar nuevas mentiras.

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