17/12/20

Pentagrama

Qué importa de estas letras más que la brisa que soplan a mi pecho, a veces enredado en las ramitas arrastradas por otros vientos más feroces.

Huracanes necesarios; cómo negar que amo intensamente los precipicios. No es el susurro el que permite entregar las alas a la inmensidad.

Se presentan ante mí nuevos escalones tan oscuros y tan llenos de arcoíris que llevo siglos soñando. Se me abre y se me cierra la faringe al mover los dedos del pie.

Mis manos persiguen el compás, el cuello aprende perdiéndose por los siempre presentes laberintos.

Respiro lento. He colgado mi hamaca en el pentagrama en el que a ratos me tropiezo.

Y vuelve la risa pequeña e infinita que solo sabe de flores y nubes, que desprecia sin saberlo jerarquías y galardones.

Y cuando me olvido de reír, cuando me empapo en alquitrán, regresa el beso de la ondina acariciando desde adentro.

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