Cuando me regalaron Diez planetas, desconocía quién era su autor
y no sabía lo que me podía encontrar entre sus páginas. Pero me llevé una gran
sorpresa. Diez cuentos breves, de esos que te dejan una sensación intensa; cuyas
líneas y espacios en blanco se trenzan con tu código genético y contaminan para
siempre tu sangre con la enfermedad de la duda.
Son cuentos que podemos situar en la categoría de lo fantástico
(más información, aquí: https://lauraherreroroman.blogspot.com/2019/08/lo-extrano-lo-fantastico-y-lo.html)
y que tienen una clara influencia de Kafka y de Borges.
Aunque Yuri Herrera nos lleva a través de varios mundos en
busca de lo universal, no renuncia a sus raíces, no solo porque enlaza con la
tradición de la narrativa breve hispanoamericana, sino porque apuesta por el
uso del léxico mexicano, que combina en una singular mezcla con neologismos
futuristas para crear el ambiente que encontramos en el conjunto de los
cuentos. Un ambiente que va más allá de la ciencia ficción y que traspasa las
fronteras de nuestra naturaleza humana para, contradictoriamente, conectarnos
plenamente con ella.
A lo largo de las diez realidades que el autor nos presenta,
vamos conociendo distintas criaturas, distintas formas de ver el mundo. Y digo “criaturas”
con toda la intención, ya que son, como los define el DLE, “cosas o seres
creados”, no sabemos si creados por otros o por sí mismos. Lo que los hace semejantes
es la conciencia de existir y las limitaciones de su propio cuerpo y de su
propio mundo.
Hay dos individuos en concreto que despiertan nuestra ternura
y nuestro amor por aquello que consideramos esencial en el ser humano y que,
tal vez, compartimos con otras especies, conocidas o desconocidas. Se trata de
Pirg y Zorg (del cuento Zorg, autor de “El Quijote”). Zorg es un ser que
se descubre a sí mismo y a su medio (entendiendo por esta palabra la 16ª
acepción del DLE: “Conjunto de circunstancias o condiciones exteriores a un ser
vivo que influyen en su desarrollo y en sus actividades”), a través de su
corporalidad a la par que mediante su conciencia, la cual incluye su
imaginación.
Podemos percibir en este entrañable personaje un alter
ego del propio autor. Lo curioso es que, convirtiéndolo en un muñeco de
ventrílocuo o en el avatar de un videojuego, sintetiza en una frase, a través
de la voz de Zorg, lo que para mí es la esencia de la obra: “Zorg escribía historias de seres fantásticos encerrados
de una u otra manera en los límites de su cuerpo, en límites geográficos, en
límites epistemológicos: gente que estaba siempre batallando y estaba casi
siempre perdiendo pero que de vez en cuando rompía esos límites y sucedían
cosas bonitas”.
Pero lo maravilloso de estas palabras no es solo que resuman
este conjunto de cuentos de Yuri Herrera. La frase, realmente, está hablando de
algo mucho más profundo que te invito a conocer en primera persona.
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