11/12/18

Búsqueda


Yo que pensaba que la perla estaba en no sé qué córvido encadenado, y era mi propia tinta difuminando los ángulos de la realidad de cartón. Pero ahora, acostumbrada a pintar ríos salados, cielos perezosos; hecha a subrayar los hilos de Ariadna que tejían mis huecos, no encuentro (aún) el camino en que se trenzan letras y sonrisas.

Porque no sé si es perla lo que hay en tus ojos. Al menos no es la perla que llama a la niebla. Es un fuego extraño del que temo que asfixie mis palabras. Y a pesar de grises ecos,  la ondina -siempre la ondina- anuncia silencios cantados por estrellas, anuncia un nuevo aire para el pecho, que poco a poco vuelve a ser. 

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