7/4/20

7-IV-2020

Una vez me dejaste fundir mis labios en tu radiante pecho; y volver a volar en tu útero lleno de estrellas. En cada aliento me nutría tu verde caricia. Me regalaste un éxtasis eterno como el curvilíneo horizonte de tu cuerpo cíclico, inmortal.

Amé hasta tus zarzas, hasta tus tardes nubladas, hasta el fuego apagado por la miseria de mi alma, de mis dedos aprendices. 

No te merecí. No te merezco. No obstante, te anhelo tanto que me consumo en llamas cuando pienso en tu cristalina sangre. Y necesito arrancarme el corazón o dormir de nuevo, en un instante, bajo tus cerezos, para calmar este dolor.

Pero no te alcanzo ni en sueños y mi carretera no llega hasta ti. 

No te merezco, pero ven con tus perennes alas hasta mí, para que no muera entre los plomizos lamentos de mi mente vieja. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario