1/11/13

Disolver el zulo

Vivía en una cárcel y no lo sabía, porque en las paredes estaban proyectadas imágenes semi agradables con sonidos, olores... Hasta que una persona me abrió la puerta y me mostró el mundo de verdad, la felicidad. Quise salir, pero nada más poner el pie fuera, sentí cómo el Sol me quemaba, hiriendo mi cansada piel, así que volví a mi zulo.
Pero ya me había picado el gusanillo, y curé con amor pero de manera tajante las heridas más grandes, y así deshice unos cuantos barrotes. Y traje a mi vida una nueva posibilidad de salir de la cárcel. Se presentó magnífico y hermoso y así era. Comencé a experimentar mi verdadero ser, hasta que... algo comenzó a tirar de mí, porque algo aún estaba podrido en mi interior. Seguía encadenada, sí, la cadena era larga, tanto que me había permitido ir lejos, pero ahí estaba y no encontraba la llave.

Tuve la opción de pedir ayuda para cortar la cadena de una vez por todas, pero no lo hice. Elegí regresar a mi prisión sin saber que, al desaparecer esas imágenes proyectadas, me encontraría la verdad de mi podredumbre: un zulo lleno de ratas, donde no se puede respirar. Y como el aparato de proyectar aún funcionaba a medias, llené mi elegida soledad de alguna que otra ilusión, pero esta vez sabiendo que eran falsas.
Ahora puedo ver el asunto desde todos los ángulos, milagrosamente, y también percibo un hilo de realidad, de libertad, las primeras letras del conjuro que deshará estas cadenas que son mi propia creación, pero para ello he de ahogarme en todo el dolor que había encerrado en la cárcel, para salir juntos nadando y que la fuerza de liberar mis emociones reprimidas sea una enrome ola que me lleve por fin al lugar que es mi lugar, y que la sal deshaga las paredes de mi zulo y allí crezca un bosque sagrado.

Mientras llega ese momento acaricio el suave hilo de mar que fluye de mis entrañas, sabiendo que todo acabará, perdonando mi insensatez, dejando que el pasado en el que vivo se funda con todo mi tiempo, el perdido y el disfrutado.

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