2/5/21

Hoy no sé

Si un día supe que me había dejado jirones del corazón en las zarzas ardientes, en el beso del cerezo, en el abrazo abismal de la roca; si fui consciente de la negra sangre que manaba silenciosa y decidí volar en busca del susurro del viento y las flores de mi alma salvaje...

Si recorrí el camino del latir de la mano de los robles...

Perdió todo el sentido. Me perdí hecha trizas otra vez.

Un océano inmenso sin derramar. Quizás... el océano que siempre me separó de las risas que escuchaba desde el rincón.

Y hoy no sé. Duelen los pasos, faltan los besos. Parece que ya ni anhelo las risas. Me irrito con el inexperto lector que solo piensa en lo que ve en las telenovelas, que malinterpreta, me enfado con las bocas tapadas, con los uniformes, con el empeño irracional en creer e ignorar.

Me irrito y deseo sumergirme en el lago-espejo con el que soñé antes de todo, antes de tanto y de tan poco.

Veo en mi cabeza las estrellas de ayer, los ojos del vencejo cuando no se habían apagado. ¿Quién me robó la noche? ¿Quién secuestró las risas? Arden en mi pecho las malditas banderas llenas de la sangre de la buena gente. Estoy harta de banderas y mentiras. Siempre las odié aunque nunca quise odiar.

El aire está corrompido y no por enemigos virtuales, sino por los que izan quimeras y matan los sueños reales.

¿Por qué callaron al viento? Insisten en tapar con sus gordos dedos el sol.

Si pudieran unos ojos de vencejo expulsarlos de toda yo, de toda la Tierra que han mancillado. Con solo un soplo, sumida en el manantial, recuperar una memoria en la que fuesen nada más un mal sueño, los antagonistas de una cautivadora novela.

Pero algo se estremece adentro e invade el plomo mi cabeza. Deseo gritar ¡detente! al arquero fantasmal y olvido que la negra sangre lleva tiempo formando, lenta, laberintos.

Se acabaron los deseos puros. Alguien borró la sonrisa cristalina. Tantos ojos huecos, tantos brazos sin voluntad. Ya no hay espadas ni cerezos. Mi pecho no sabe por dónde caminar.

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