9/2/14

Canciones que vienen y van

Hace tiempo que se hizo tarde y hace tiempo que llegó el frío. Y yo camino admirando paisajes, conservando algunas de esas canciones que no han salido de un Conservatorio. Y sin embargo, no deseo relegarlas al olvido, pues no se puede entender el presente de una persona sin todos los elementos que han formado parte de su historia.

Historia en la que mendigué amor, como nos enseña la sociedad a hacer. Parece mentira que sea el primero en dar el portazo el que se arrepiente antes. Pero ya no. Estuve en mi compañía, atravesando mis desiertos y llegando así a encontrar las aguas fluidas y puras de las que nunca oí hablar, aunque siempre estuvieron en estas piedras legendarias, en el sereno verdor que adorna el centro de esta ciudad que creí el mismísimo infierno. Y aunque no tengo tanto amor como para regalar abrazos por doquier y transmitir una embriagadora paz, al menos he logrado el suficiente para nutrirme a mí misma sin depender de nadie más, si acaso de la belleza que navega en mi imaginación.

No me sirvió, aún así, poner tu nombre en la pared para que se disuelva en los libros polvorientos, terminados, sino que los instantes utilizaron tinta indeleble para escribirlo en mis venas. Será por eso que en lugar de ausencia hay una fuerte presencia de la que a veces me distraigo y otras veces me envuelve en el azabache que me hace vivir y me repite una y otra vez que las estrellas no brillan en medio de la luz.

No llamaré, no buscaré, no besaré. Llorar... eso no lo decido yo, pues quién es dueño de las mil y una emociones que surcan este extraño cuerpo humano. Al igual que a veces, sin elegirlo, una inmensa alegría ríe en mis ojos. Todo va, todo viene. Lo que sucederá en el futuro, nadie lo sabe, y tampoco quiero yo saberlo. Qué importa si la vida tiene sentido o no. Tal vez el único sentido de la vida es la vida en sí.

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