5/10/19

Cambio de sentido


Las cuentas de plomo de este collar llevan adheridas rojas telarañas. Muro que mataba mi pecho; humo envenenado que helaba tu piel.

Lo acaricio con ternura, ahora despierta, tras un año entero de pesadillas.

Qué importa la razón, salvo para anclarme al aire de mi nombre y desvanecer estas arenas que me habían paralizado.

Ahora estoy despierta y en el largo invierno estuve despierta a ratos, cuando era más rápida que el tornado y el glaciar, néctar del plomo.

No hay dioses que me salven. No creo en rezos.

Pero sí en mis lágrimas, sí en mi verbo hecho carne y en mi carne hecha aire.

No hay secreto sin palabras ciertas y están ocultas en el punto exacto en el que se unen bendición y maldición: caótica telaraña de palabras recompuesta por palabras.

Todos los alfabetos son sagrados. Todas las letras son aleph  y nos recuerdan que hace falta estar ciego para ver.

Perdón por el trabalenguas: yo pensaba que no sabía qué hacer con el plomo, y siempre he estado sabiendo y haciendo sin saber.

Acaricio las cuentas; ordenan las palabras mis lágrimas, que contienen universos de tristeza ajena, de rabia propia, de común desesperanza. Y el plomo, envuelto en el aire que se nombra a sí mismo, vuelve a ser aleph.

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