14/7/20

"Fahrenheit 451", la resurrección de lo humano

Hace unos días terminé de leer la novela de Ray Bradbury "Fahrenheit 451", y he encontrado en ella justo lo que esperaba.

Aunque está en la línea de "Un mundo feliz" y "1984", no he podido evitar ver ecos de "La peste" de Camus, publicada solo seis años antes.

El protagonista de la novela es un bombero que no se dedica a apagar fuegos, sino a crearlos, ya que en el mundo distópico inventado por Bradbury, los libros están prohibidos.

¿Qué es lo que lleva a Guy Montag a sentir curiosidad por esos objetos que quema? En mi opinión, aunque no lo muestre claramente la narración, la joven Clarisse – que quizás sea un precedente de La Maga de “Rayuela”- tan solo despierta algo que ya estaba latente en Montag.

Casi desde un principio la novela nos plantea la cuestión de por qué unos sí y otros no, qué lleva a algunos personajes a preferir su mundo de exceso de ruido y superficialidad, a cerrar los ojos al horror de ahí afuera. Y entonces Bradbury nos traslada a nuestro propio mundo, en el que pasamos de ver a inocentes asesinados en una guerra por el petróleo a aplaudir el último gol del ídolo deportivo del momento.

Bradbury escribió su novela en 1953 y, sin embargo, vaticinó la época actual, en la que unas pantallas nos distraen de la realidad y empezamos a tener más contacto con personas en dos dimensiones que con nuestros familiares, vecinos y amigos.

Todo es ruido en el mundo de Guy Montag y en el nuestro. ¿Cómo se ha llegado a esa situación? Quizás por no hacerlo cuando hacía falta, quizás por callar cuando era necesario actuar. Pero nunca es tarde para hacer lo correcto. No falta en la novela el anciano que busca su redención a través de un último acto heroico.

Ni tampoco faltan las citas. “Fahrenheit 451” es un homenaje a los libros dedicado por un lector voraz, como fue Bradbury, y amante de las bibliotecas públicas, sentimiento con el que me siento identificada.

Pero el autor conocía el secreto de los libros. Él sabía que lo realmente valioso no es la encuadernación ni las páginas. Bradbury, al igual que Camus, sabía qué somos los seres humanos. Ambos lo plasmaron perfectamente en sus obras.

Bradbury sabía que el escritor no se dedica solo a inventar mundos ficticios o a hacer rimar versos. Como buen profeta, había descubierto lo que encierran nuestros cuerpos y lo que guardan las palabras.

Lo que debemos preguntarnos una y otra vez es cómo los conciudadanos de Montag permitieron que se perdiese y, sobre todo, cómo estamos perdiéndolo en este mismo instante.


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