Tal vez mi destino sea un eterno laberinto
vacío ya de seres de los mitos
al haber aprendido a besarlos sin miedo.
Tal vez hay una cárcel más difusa
que aquella de la que hui con pasos firmes
al sentir la espantosa bruma al acecho.
¿Y si mis ojos limitados me encierran
en la jaula de las formas conocidas
por temer al mar y su profundo abismo?
¿Y si al ignorar el lienzo que sostiene
imperturbable a las infinitas estrellas,
de la salida de la cárcel pierdo el hilo?
Pierdo el hilo
y los soles
que abrasan
y las aguas
que refrescan.
Pierdo los besos
y los pasos
que vuelan
y las risas
que amansan
a esta fiera
que me atrapa
en la cárcel
que soy yo,
que son mis ojos,
que es mi temor.
Y es que es un falso abismo
y es que no hay laberinto.
Es que veo a través de un velo
enrevesado, loco, siniestro.
Es que no veo
porque huyo del hilo.
Es que no vivo
porque espero sentada
mientras las olas
pacientes me llaman.
Es que yo soy el laberinto.
Y cuando deje de serlo
empezaré a vivir.
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