Recuerdo... hace años... clamé a no sé qué córvido que rescatara mi rosa. Hoy sé que está perdida en la encrucijada y que me basta mi inteligencia viva para llevarla de nuevo al centro y envolverla en el fuego desorientado. Un fuego que arde sin destruir. Que alimenta cada célula.
Quisiera, aun así, que mientras me despojo de la locura de herencia social y transformo a la planta carnívora en la flor originaria, tus cálidos brazos volvieran, una vez más, a apaciguarla, que la hicieras ondular al son de tu voz.
Pero tú también estás en la locura hereditaria, con alambres manejando tu garganta y tus decisiones. Y ahora sé que por eso me dolías. Por eso y por mis laberintos.
Y encontraré la rosa y el fuego. Y volverá a latir serpenteante el centro. Y probablemente me encandilaré de antiadanes que aúllan a la luna. Pues, si quiero continuar cerca de las estrellas, no puedo vivir más solamente en los recuerdos, porque acechan los años.
Y, sin embargo, quisiera que tú, no solo mientras tanto. Pero tu garganta... Y yo he de decir adiós a mis laberintos. Si quiero vivir.
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