26/1/22

La tragedia es otra

La alarma es el pan nuestro de cada día en todo tipo de periódicos, en papel o digitales, telediarios y programas de televisión, plataformas de vídeo y redes sociales, incluida la aplicación WhatsApp, que lamentablemente se ha convertido en una herramienta de comunicación personal para la gran mayoría (detrás de lo "gratuito" -la tarifa de datos la pagamos y el smartphone también- siempre hay trampa).

Los encargados de extender el pánico entre la población no solo buscan el sometimiento masivo a la dictadura sanitaria que, en nombre de la pseudociencia (autores recomendados: Máximo Sandín, Emilio Cervantes, Jesús García Blanca, etc.), se ha instaurado desde 2020 -si bien la preparación ya venía de antes-, sino que, desde medios alternativos -la mayoría intencionadamente y otros (perfiles con pocos seguidores) por falta de criterio- también hay una constante irradiación de noticias alarmistas. 

Es cierto que existe una realidad de base ante la que conviene ser precavidos, o más bien astutos. Y no estoy hablando del cuidado que supuestamente debemos tener hacia un enemigo mortal que flota por el aire invisible a nuestros ojos, pues la Teoría Microbiana de la Enfermedad es un dogma pseudocientífico nunca demostrado. Me refiero al peligro real que se levantó en 2020, pero que no es nada nuevo, ya que la represión es lo característico de la civilización desde su nacimiento hace algunos milenios (ver Guillermo Piquero y Casilda Rodrigáñez, por ejemplo). 

Tal peligro, la represión causada por la dictadura sanitaria, no llega tan lejos como los medios alternativos nos quieren hacer creer. Interesa tener a la población en un estado de miedo: tanto a quienes erigen en gurús a científicos y periodistas al servicio de la Big Pharma como a los que se informan a través de los perfiles y plataformas de Internet alternativos. Estos no necesariamente dicen la verdad y suelen ser una herramienta utilizada por el Poder (recomiendo este artículo: La verdad que nadie quiere oír sobre los medios alternativos de Internet).

Pero ¿para qué este (el Poder) gastaría recursos en la difusión de noticias alternativas que supuestamente contradicen y desmontan la información oficial? Muy simple: para desviar a un importante número de personas de la verdad y que no resulten un obstáculo para sus planes. Por supuesto, para las masas son más seductoras teorías apocalípticas que despiertan una montaña rusa de emociones, ya que somos humanos y nos gustan las historias asombrosas, aunque estén teñidas de tragedia. La verdad, por el contrario, puede resultar menos interesante, pero no por ello es menos peligrosa para nosotros. Por ejemplo, algunos informadores del desastre pintan al público un futuro en el que a través de tecnología implantada en el cerebro, se controla a los seres humanos. Bueno, en realidad no hay que irse a ningún futuro. Las mentes -y, por lo tanto, el comportamiento humano- llevan controlándose desde el comienzo de la civilización a través de los mitos, las religiones y las leyes (ver mi artículo sobre la ley natural en este blog). Si no hubiera sido así, no se habría logrado la sumisión masiva a la dictadura sanitaria.

Nos presionan también con el pasaporte sanitario y las consecuencias de no vacunarnos. Medios oficiales y alternativos se ponen de acuerdo para aterrorizar a la gente. Sin embargo, aunque algo hay de base, la realidad no es para tanto. Y, por otro lado, resulta contradictorio que a la mayoría le preocupe más no seguir con su vida de la "vieja normalidad" que lo terrible que era la misma a causa de la acumulación de capital y que llevaba y lleva a la infelicidad absoluta, al estar acorazados por la represión sexual sin la cual la acumulación de capital no sería posible, despiezados por la alienación laboral y narcotizados por el consumismo. Esta es la verdadera tragedia y la que se busca ocultar tras el pánico irradiado desde los medios de comunicación oficiales y alternativos. Se exageran las consecuencias de no vacunarse (no poder viajar, entrar en bares y restaurantes y otros establecimientos públicos...) y se normaliza así el tipo de vida que llevamos bajo el yugo del sistema capitalista, comprando a los seres humanos con chucherías que ni siquiera nos dan la felicidad, mientras, entre bambalinas, nos impiden gestionar directamente los medios de producción que servirían para satisfacer nuestras necesidades básicas. La única salida a la represión consiste en tomar las tierras, las viviendas y las fábricas, tal como explica Kropotkin en "La conquista del pan", y no en hacer manifestaciones contra el pasaporte sanitario para poder seguir alienados. Y no estoy diciendo que no haya que manifestarse, pero hay que hacerlo teniendo claro el objetivo último y no limitándose solo a exigir las chucherías ofrecidas por el sistema, sino buscando eliminarlo, lo cual ya es de por sí objeto de análisis y algo nada sencillo. Yo, desde luego, no tengo la respuesta mientras los que nos oponemos a él seamos una ínfima minoría. 

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