22/1/22

¿Quién se enfrentó al ejército sublevado en la guerra civil?

El régimen actual, versión modernizada y algo más suave (o al menos hasta 2020) del franquista, nos ha vendido una visión mitificada de la guerra civil en la que el gobierno republicano luchó, en un bando unilateral junto con el pueblo, contra el ejército sublevado. Los franquistas de hoy ofrecen también una versión maniquea en la que el fascismo patrio, apoyado por el internacional, trataba de salvar al pueblo de las garras del "comunismo".

Aquí ni unos ni otros se entretienen en matices, no sea que así se apague la aureola de gloria de la que se han rodeado. Una aureola que apesta un poco, dicho sea de paso.

Advierto antes de continuar a aquellos que quieran usar mi legítima crítica al gobierno republicano y al Partido Comunista en su propio beneficio de que se abstengan. Lo digo porque es costumbre de los neonazis que pululan por Internet, quizás por su falta de creatividad, utilizar todo lo que sirva para atacar a sus "enemigos", aunque la crítica provenga de personas que detestan el fascismo, tal como hizo un periódico digital de la extrema derecha con unas palabras de Evaristo Páramos tomadas de una revista de rock en la que fue entrevistado. Muy coherente todo. 

Decía que unos y otros nos han mostrado una visión maniquea de la guerra civil, pero si tenemos la paciencia y el coraje de profundizar, comenzaremos a ver aquel trágico acontecimiento desde otra perspectiva. Mencionaba en mi reflexión anterior el libro "Por qué perdimos la guerra", del anarquista Diego Abad de Santillán y "Homenaje a Cataluña" del conocido novelista Orwell. Ambas son lecturas complementarias, ciertamente y como hace notar el inglés, no libres de total imparcialidad, pero que nos ayudan a comprender mejor quiénes fueron los protagonistas de la lucha por la libertad. 

George Orwell se ofreció para ayudar en la guerra y entró a formar parte de la milicia del POUM, un partido marxista crítico con el estalinismo. Estuvo en el frente de Aragón desde enero de 1937 y, en mayo, estando de permiso, vivió en primera persona los acontecimientos ocurridos en Barcelona en ese momento. 

Diego Abad de Santillán, miembro de la FAI, se encontraba en Barcelona ya en el 36 y fue uno de los que liberó la ciudad del ataque golpista durante la noche del 18 al 19 de julio, algo que narra en su libro y que resulta imprescindible conocer, pues comprobamos que fue el pueblo el que realmente defendió la ciudad y quien, a partir de aquel momento, se dejó la piel en una guerra, no lo olvidemos, iniciada por unos militares fascistas que representaban a los grandes terratenientes y al clero. 

Desde antes incluso del golpe, el gobierno republicano se muestra un tanto indiferente y es el pueblo, militante de organizaciones socialistas, comunistas o anarquistas, o no militante, el que se organiza para defender la libertad que tenía, que si bien no era completa, al menos su situación no era tan terrible como lo fue bajo la dictadura franquista. 

Las páginas que dedica Abad de Santillán a describir la manera en que obreros y campesinos se organizaron son fascinantes. En los primeros meses de la guerra, las fábricas de Barcelona eran controladas directamente por los trabajadores. De manera espontánea, los campesinos, no solo de Cataluña, crearon colectividades agrarias, de manera que pudieran proporcionar alimento para todos. A pesar de la gestión obrera de la industria, en el frente no había suficientes armas, algo que también explica Orwell, y se carecía asimismo de otras materias necesarias para proveer a las milicias (por no mencionar todo lo que se necesita en una situación de guerra). Las peticiones que hacía una y otra vez el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña al Gobierno de Madrid eran desatendidas: ni armas, ni materias primas, ni el control de fábricas de otras ciudades en desuso, ni tampoco dinero del Banco de España para comprar a otros países lo que necesitaban.

El Gobierno demostró que consideraba mucho más importante seguir teniendo el control que vencer a los sublevados y poco a poco se fue haciendo más explícita su oposición a la gestión por parte del pueblo y de las distintas organizaciones. El sueño obrero, aunque en esas lamentables circunstancias, se estaba viendo cumplido. Durante un tiempo, fue más importante la solidaridad de clase que las siglas (CNT, FAI, POUM, UGT...). Pero esta situación duraría poco.

El Comité de Milicias Antifascistas es disuelto en septiembre de 1936. En mayo de 1937, el Gobierno ocupa la Central Telefónica, que estaba siendo gestionada por la CNT, iniciándose disturbios acerca de los que la prensa española y la extranjera emprenden una campaña de propaganda contra CNT y POUM. En "Homenaje a Cataluña" se incluyen algunos titulares y fragmentos de diarios ingleses como ejemplo. Se acusa al POUM de estar al servicio de los fascistas e incluso aparecen por la ciudad carteles difamándolo. Sus miembros son perseguidos y encarcelados, algunos desaparecidos. Aún hoy, ni siquiera se sabe con certeza cómo murió Andreu Nin, uno de los fundadores del partido. Orwell y otros extranjeros se vieron en apuros y tuvieron que dormir en la calle varias noches solo por haber luchado en la milicia del POUM, aunque no se hubiesen afiliado al partido. Recomiendo leer al menos los apéndices 1 y 2 del libro de Orwell, que es un intento por esclarecer las causas de los sucesos de mayo del 37. 

La consecuencia fue que los trabajadores perdieron el control de las fábricas y el Gobierno también persiguió las colectividades agrarias. Los dos autores mencionados, por separado, llegan a la misma conclusión: se trató de una contrarrevolución, de un intento exitoso de apagar la revolución obrera que se había iniciado. 

Aunque la gestión de la guerra por parte del pueblo pudiese tener fallos, mostró ser mucho más eficiente que la posterior gestión gubernamental centralizada y al servicio de la URSS. 

Los primeros en empuñar un arma; en jugarse la vida (Francisco Ascaso murió el 20 de julio, recién iniciado el levantamiento); en ir al frente mal equipados, sin apenas munición, donde pasaron noches a la intemperie en una trinchera, comidos por los piojos; los que, sin ningún interés personal, sino por pura solidaridad de clase, dedicaron jornadas a trabajar en las fábricas, campos, hospitales, etc. para ayudar a sus congéneres... fueron unos perseguidos y otros puestos bajo el control de la burocracia y apartados de decisiones que les concernían directamente. Lo que el gobierno republicano no entendió es que el pueblo no luchó por defender la República, sino que la República tenía el deber de luchar por el pueblo, algo que no hizo al negarse a poner a disposición del mismo armas, materiales o al menos oro para adquirirlos.

Dicho todo esto, añado aquí unas líneas que pueden servir como complemento al artículo que escribí sobre la propaganda anticomunista. Para referirse a los miembros del Partido Comunista, los autores mencionados utilizan la palabra  "comunistas", lógico desde un punto de vista léxico, pero no desde el semántico (significado). En esta era de la confusión y la desinformación, cuando una persona con una formación normal e incluso alta escucha o lee "comunista", dependiendo de diversas cuestiones, va a pensar en algo muy malo y peligroso, casi diabólico, o en algo abstracto. Y es que, como ya advirtió Malatesta en un escrito, conceptos como este se pueden interpretar de diferentes maneras, ya que han sido usados por diversos teóricos, así que es imprescindible situarlos en su contexto lingüístico, histórico, social y cultural. Y en el contexto de la guerra civil, "comunista", al menos en los libros a los que nos hemos referido aquí, se emplea normalmente como sinónimo de estalinista, mientras que al POUM se le llama marxista (también lógico desde una perspectiva léxica). El hecho de que el Partido Comunista de España y la Rusia de Stalin hayan cometido innumerables atrocidades, llegando el primero a condenar al pueblo a la derrota ante el fascismo, es empleado por neonazis, derechistas, nostálgicos del franquismo y neoliberales para atacar a todo el comunismo, incluso al no estalinista. Y ya de paso meten en el mismo saco a todos aquellos movimientos que pueden hacer peligrar el dominio burgués, como, además del comunismo, el socialismo y el anarquismo. Este último lo atacan de una manera más retorcida aún, haciendo pasar la "libertad", o más bien el privilegio de explotar a la clase obrera, por la libertad defendida por los anarquistas, la cual también es colectiva, llegando a inventar ese engendro léxico llamado anarcocapitalismo, o haciéndose pasar sus defensores por anarquistas o revolucionarios. Las campañas de todo tipo que se llevan haciendo desde el principio para acabar con el anarquismo darían para una enciclopedia.

El comunismo, pues, nada tiene que ver con lo que Stalin hizo en Rusia o con lo que hicieron partidos europeos llamados comunistas. Tampoco el PCE actual tiene nada de comunista, ni el PSOE de socialista. Yo puedo hacerme una tarjeta donde ponga "astronauta" debajo de mi nombre, con un logo convincente y un diseño profesional, pero eso no cambia la realidad de que me mareo hasta en un ascensor y de que la luna la veo desde la ventana, desde la calle o desde el monte, pero nunca desde fuera de la atmósfera terrestre. 

Post Scriptum: la guerra civil fue una etapa compleja de nuestra historia que no se puede resumir en un artículo. Aquí solo he tratado de ofrecer una perspectiva más justa y alejada del maniqueísmo habitual, pero faltan muchísimos elementos y circunstancias imprescindibles para una mejor comprensión. No podemos olvidar que parte del pueblo se vio obligada a luchar en el bando nacional, tal como explica el libro "Soldados a la fuerza" de James Matthews, muy bien documentado, por cierto. Y otros no se sentían concernidos con la lucha. Barcelona tenía unas circunstancias específicas y muy diferentes de las de otros territorios. Lo importante de todo lo dicho es reconocer el mérito de quienes tenían claro que su lucha iba de la mano de la revolución, si bien algunas decisiones resultaron palos en las ruedas, y bajar del pedestal a quienes los traicionaron. 

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